La matriz cultural de la inseguridad
por Fernando Pisani
Algo distinto hay que hacer. La violencia no para de crecer. La cantidad de jóvenes heridos o muertos, y que hieren o matan, nos impacta día a día. Los robos de cualquier cosa seguidos o precedidos por agresiones inconcebibles en otras épocas...
Algo distinto hay que hacer. La violencia no para de crecer. La cantidad de jóvenes heridos o muertos, y que hieren o matan, nos impacta día a día. Los robos de cualquier cosa seguidos o precedidos por agresiones inconcebibles en otras épocas, al menos en su frecuencia, nos hace preguntar qué mundo estamos construyendo. Nada ni nadie está a salvo. Del respeto y veneración por el anciano se pasó a transformarlos en la víctima fácil. La escuela y los lugares donde se ayuda a la gente, de zonas intocables pasaron a ser lugar de reiterados robos o hechos vandálicos. Rosario y Santa Fe se han transformado en las ciudades más violentas de Argentina. El narcotráfico parece que no sólo llegó para quedarse, sino para extenderse.
Y frente a ello es un grave error −y muestra de impotencia− que los gobiernos provinciales echen las culpas y responsabilidades al nacional; las municipalidades y comunas, a la provincia y a la Nación; y nosotros, a los gobiernos y poderes públicos. Por supuesto que viviendo en un país federal la principal responsabilidad recae en el Poder Ejecutivo provincial, así como también en el Legislativo y en el Judicial. De sus impericias, sus "vistas gordas" y zonas oscuras podemos atribuir ciertos crecimientos desmedidos o faltas de respuestas contundentes, pero el problema principal está en otro lado.
Pero es simplista atribuirlo a la pobreza, a la falta de trabajo o a las características de la sociedad capitalista, aunque también tienen que ver. Y más errado aún es afirmar que es propio de la "naturaleza humana": la violencia, las conductas delictivas, el "resolver" las cosas a los golpes, puntazos o tiros, son cosas que se aprenden.
Si lejos de resolverse, se agrava, no es descabellado suponer que estamos haciendo algo cada vez peor, como sociedad y como individuos. Y aquí la clave está en "estamos haciendo". Porque sin pretender negar diversas responsabilidades −económicas, políticas, institucionales− no encontraremos la punta del ovillo si lo vemos como algo que nosotros no tenemos nada que ver, que jamás se relaciona con lo que hacemos, apoyamos o aceptamos.
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