15/4/13

Me opongo a la reforma judicial

Tranquilos, no voy a ir al cacerolazo de Bullrrich, Tumini, Barletta, Macri, Donda, Pando, Solanas, y a lo mejor Binner. Nada de eso. Sigo siendo Peronista K, Kirchnerista, o como me quieran decir.

Por supuesto que no leí ninguno de los proyectos de ley que envió el ejecutivo, pero considero que eso no es óbice para que exprese mi personalísima postura.

Estoy en contra por razones más bien prácticas y, debo reconocerlo, porque durante mucho tiempo me comieron la cabeza con que este gobierno tenía una justicia adicta, tanto que terminé por creerlo.

Fue por ese motivo que los casos que la prensa independiente ventilaba no pasaban nunca de ahí, es decir quedaban siempre en denuncias mediáticas. Algunas tenían tanta repercusión que hacían dudar a los progresistas que apoyan al gobierno. Recuerdo que así, y lamentablemente no por qué caso, perdimos a un cuadrazo como Vicky Donda.

Algunas veces, como en los casos dónde uno de los actores era Clarín, confieso que vacilaba y creía que había que hacer cambios profundos en la justicia, pero la mayoría de las veces nos iba bien.

Refresquemos: El caso Schocklender; Ley Antiterrorista; La Megaminería; Proyecto X; o el mismísimo caso Ciccone pasaron con toda la fanfarria por la tapa de los diarios, pero ni pasaron la mesa de entradas de tribunales. O si me voy más atrás ¿quién se acuerda de Skanska? ¿Eh? Nadie.

Entonces compañeros, si así nos va barbaro con la justicia como está, ¿Me pueden explicar para qué carajos meterse a reformar algo y encima para que la gente vote? ¿Y si perdemos las elecciones? Imaginen por un instante que al Consejo de la Magistratura lo manejaran los radicales... ¡Mamita! ¡La que se nos arma!

Este gobierno es muy raro. Cuando le va bien hace cosas para cambiar. ¿Nunca lo escucharon decir a Gerardo Sofovich que un éxito no se toca?

Hasta acá llegamos así, mantuvimos impunes a un montón de compañeros, tuvimos que soltarle la mano a otros -para disimular- como Felisa Miceli, pero todo dentro de cierta normalidad. ¿Para qué nos metemos en esto que no sabemos cómo va a terminar?

¡NO A LA REFORMA!

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