12/8/13

Noche de perros, pero ¿para quién?

Leamos un "desapacionado" análisis electoral de lo que ayer pasó.
Evidentemente quien lo escribe no ve más allá de sus propias narices que nacen en la Ciudad de Buenos Aires y terminan en la provincia de Buenos Aires. Tal vez pueda hacer un esfuerzo y estirarse hasta Mendoza o Córdoba, pasando por Santa Fe. Al resto del país no llega ni que lo invitemos con un chori y una coca.
Es lo que se dice tener una mirada metropolitana de las cosas. Es también estar influido, o coopotado, por lo que los medios porteños quieren vendernos que es el país.


Perdieron.
Eso ocurrió ayer.
Se podrán discutir las causas.
Pero el pueblo les votó en contra.
En estos años, se instaló en un sector de la Argentina la idea --se ve hoy, un poco absurda-- de que el pueblo tiene mayoritariamente una identidad asumida de una vez y para siempre, como si la realidad no fuera dinámica. En ese sentido, muchas personas creyeron que el voto del 2011 sería eterno y que todo lo que se dijera sobre un cambio de humor social, era gorila. Y que todo aquel que contara que algo estaba cambiando se convertía inmediatamente en alguien de la "opo" o de la "corpo". Era una verdad revelada. El kirchnerismo es genial, nunca hubo nada igual. Cristina es la más bella, la más inteligente, la más patriota, y entonces todo está predestinado a durar para siempre. Es una concepción que prescinde de la historia. Carlos Menem arrasó en 1995 y fue derrotado en 1997. Fernando de la Rua llegó al poder en 1999 y recibió un tremendo voto castigo dos años después. CFK ganó en el 2007 por mucha diferencia y fue rechazada dos años después. ¿Había alguna razón para pensar que esto duraría para siempre más allá de la mirada autocomplaciente y endogámica del Gobierno?
Quizá por eso, para empezar, perdieron.
Porque pensaron que nunca podían perder.
Hay, en este proceso de autoconvencimiento, muchos responsables. En estas horas, están agarrándose de dos tablas de salvación. Ambas, por ejemplo, se pueden ver en la nota de Horacio Verbitsky de hoy, o en las tapas de todos los diarios alineados con el Gobierno. Son operaciones para la militancia, para que no decaiga el ánimo, como si los militantes no pensaran por sí mismos.  La primera tabla de salvación argumenta que se trató de una elección parlamentaria y que en ese tipo de elección el voto siempre es más disperso. Es falso. Quiero decir: están mintiendo. Y lo saben. Desde 1983 para acá, los gobiernos ganaron elecciones de medio término en 1985, 1991, 1993 y 2005. Las perdieron en 1987, 1997, 2001 y 2009. O sea, no se puede establecer una regla. Cuando la gente quiere apoyar a un Gobierno, lo hace, aun en elecciones de medio término. El segundo argumento sostiene que el FPV mantiene la cantidad de bancas en la Cámara de Diputados. Es cierto el dato. Pero se debe a una victoria anterior, no a la derrota de ayer. El oficialismo no llegó al 30 por ciento de los votos en todo el país. En la historia política argentina, es muy difícil encontrar el caso de una fuerza nacional que lograr tan pocos votos Ni siquiera les pasó a otros Gobiernos cuando le iba mal. Son números casi negativos. Sostenerse de la cantidad de bancas que les quedan es una pavada. El encuestador Artemio Lopez --otro de los encargados de que no decaiga el ánimo-- hace pocas semanas hizo dos pronósticos. Dijo, por un lado, que el caudal nacional del FPV no bajaría del 40 por ciento. Se equivocó por casi quince puntos. Sin aliados, apenas supera el 26 por ciento. Y sostuvo en la provincia de Buenos Aires, el FPV tenía un piso del 37 por ciento. "El 32 de Nestor Kirchner del 2009, los 5 de Sabatella más lo que agregue una mejor situación económica", argumentaba. Bueno. Es el mismo que, cuando se produjeron las explosiones populares del 2012, explicaba que era solo parte del 46 por ciento que votó en contra y disperso en el 2011 pero que en nada afectaba a la base del FPV. Ahora se sabe: esa base se redujo a la mitad. Era todo verso, como es verso decir hoy que mantienen la primera minoría, que son la primera fuerza en el Congreso, que tienen muchos diputados.
Perdieron.
Las derrotas no son eternas, como tampoco lo son las victorias.
No alcanzó la foto tramposa con el papá, las obvias apelaciones a la enfermedad de Insaurralde, el aumento de las jubilaciones y de la asignación por hijo, la utilización de la imagen de Nestor Kirchner en las boletas, la curiosa operación de la última semana alrededor del asalto a Massa, la devolución del impuesto a las ganancias retenido en la primera cuota del aguinaldo, todas esas herramientas que el oficialismo usó con descaro en la campaña.
Perdieron.
Ustedes lo saben: dejen de engañar a los pibes.
Y cuando un Gobierno pierde es por una razón básica: porque gobernó mal en el período que se juzga.
CFK compara todo el tiempo con el 2003. Avisenle que queda lejos. Que ya pasó una década. Y que las referencias son más cercana. Por ejemplo, si se compara el 2013 con el 2007, ¿cómo estamos? Que la Argentina haya vivido una crisis en el 2002, no quiere decir necesariamente que la sociedad se conforme con esto que vivimos ahora. Y es una suerte que la vocación de cambio no se detenga o no ceda ante la extorsión del 2001. Como tuvimos aquella crisis, parece que hay que bancarse el apriete, las medidas ridículas --que son muchas--, a patota Moreno diciendo que Massa es un boludo, la corrupción nunca explicada, la ayuda social eterna que refleja los límites tremendos del modelo, las reacciones destempladas frente a las tragedias donde mueren los otros, los paseos a presos condenados diez minutos antes por haber quemado viva a su mujer, los pactos horribles con Irán, la campaña absurda del 7D, los viajes estrambóticos, la reforma oscurantista del Poder Judicial o medidas económicas inentendibles como el "mirar para cuidar" o los bonos cedan, que parecen diseñados por principiantes que juegan con la vida de los demás.
Perdieron.
Las derrotas no son eternas, como tampoco lo son las victorias.
Pero perdieron.

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