30/4/13

Soldaditos

El narcotráfico y la escuela
Por Fernando J. Pisani

Es raro pensar y asociar dos palabras tan distintas como narcotráfico y escuela. Ya no alcanzan las palabras violencia o drogas para describir el nuevo flagelo que se le presenta a la escuela porque otras instituciones no hacen sus deberes. Ayer los piojos, la copa de leche, la comida, la familia desmembrada y muchos otros temas que hicieron descuidar a la escuela su función educadora y formadora para ser "contenedora", "asistencialista", "mediadora". Pero cada vez más, como olas, la escuela se ve enfrentada a un quehacer que no es propio: la drogadicción, la violencia familiar, barrial. Pero el proceso social destructivo no para y nada ni nadie con poder parece darse cuenta de un tobogán demasiado peligroso. Demasiados ocupados nuestros gobernantes en endilgar responsabilidades a otros, para evadir las propias (como "el narcotráfico es un delito federal") o en construir un discurso tranquilizador de que se están haciendo cosas cuando la realidad muestra lo contrario.

Rosario y Santa Fe son dos de las ciudades más violentas de la Argentina. La provincia de Santa Fe duplica las tasas de asesinatos a su similar Córdoba. Y los números de Córdoba tampoco son buenos.


El que una alumna pida permiso para retirarse antes todos los días porque trabaja en un búnker de drogas, muestra en su inocencia que eso, para ella, es algo natural. Como natural percibir que jóvenes alumnos abandonen la escuela para integrarse a las redes del narcotráfico. Incluso el mismo nombre que se les pone a muchos de ellos, "soldaditos" naturaliza el hecho y hasta se le asigna un nombre que oculta el significado de "carne de cañón" de bandas armadas al servicio de la criminalidad. Demasiado lejos del soldadito de Tacuarí, aquel tamborcito de Belgrano.. 

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