Ahí por fin uno de La Nación entendió más o menos la cosa, y sin dejar de gorilear -no vaya a ser que por una columna se pierdan lectores- explica sencillito y con buenos ejemplos históricos de qué va lo de la crispación.
Yo se la dedico a Rogelio "la señora" Alaníz, un tipo medido, sin odios, nada gorila, que no te digo que daría hasta una botella por el diálogo, pero a lo mejor un vasito sí.
- A mí que me dejen de jorobar -grita Ferretti- , yo no me quiero reconciliar con nadie.
- ¿Ni olvido ni perdón?
- Si quiere hablar en serio, vaya abandonando ese tonito cínico y posmoderno. ¿O Usted de verdad cree que el mundo sería mejor si los familiares de Goebbels se hubiesen sentado a tomar el té con los descendientes de Primo Levi?
- No me lo imagino...
- ¿Y se imagina a Sarmiento abrazándose con Rosas en su bucólica granja inglesa después del asado? No hubo nada personal, don Domingo. Ni falta hace que lo aclare don Juan Manuel. Es hora de mirar juntos hacia delante.
- Carlos Saúl, sin embargo, le tendió su mano al almirante Rojas.
- Una traición. ¡La década del 90! El fin de la historia. La muerte de las ideologías. No había más nada para discutir. La Argentina hacía la plancha en las aguas apacibles del pensamiento único.
- A mí, si me disculpa, Ferretti, me parece que va a ser difícil construir el bien común si no comenzamos por respetar las ideas del otro.
- ¡Usted repite tonterías políticamente correctas! Se está contagiando de un colega suyo de página, que la semana pasada nos invitó a todos a sentarnos al gran banquete de la reconciliación. De paso, si lo ve, dígale que puede ir retirando mi plato. Cómo se le ocurre, mi amigo, que yo pueda respetar las ideas del Ku Klux Klan, el Cholo Simeone, o mi hermano Belisario que me estafó con la herencia de mi madre.
- Pero el camino de la exasperación.
- ¿Usted por qué se exaspera?
- ... No sé. Supongo que porque alguna cosa me enoja mucho.
- ¡Obvio! No se va exasperar con lo que lo hace feliz. Piense un poco más.
- Tal vez reacciono mal cuando quiero cambiar algo que me parece equivocado y me hace daño.
- No reacciona mal, reacciona bien. Antes que nada, es condición necesaria que el objeto de nuestra exasperación nos importe. Escuchamos, leemos, observamos algo que nos afecta directamente y experimentamos una especie de calambre, nos crispamos. ¿Sabe qué es lo opuesto a la crispación?
- ¿La indiferencia?
- ¡Por fin contesta una! La indiferencia, sí señor, la laxitud, para seguir con la metáfora muscular, el todo me da lo mismo, no me importa que sea chorro, colchonero o rey de bastos. Crisparse es tomar una posición y defenderla desaforadamente. Que no quiere decir violenta ni ilegalmente. Que sí quiere decir superar los límites que imponen la cordialidad dulzona, los buenos modales, la compulsión hipócrita a encontrar puntos de acuerdo.
- Así como Usted lo dice, Ferretti, crisparse también puede ser la forma de defender un pensamiento único y excluyente, una idea hegemónica.
- ¡Al contrario! Crisparse es una forma de la crítica, crisparse es discutir, enfrentar, oponer, llamar la atención sobre la existencia de un pensamiento alternativo. Unitarios y federales, conservadores y radicales, peronistas y gorilas. Este país, la historia misma del mundo, se edificó sobre las crispaciones. La crispación es semilla, es motor, es principio.
- ¿Maradona?
- ¿Y por qué no? O si prefiere, ¿cuál es el mayor atractivo del programa de Tinelli? El público arranca con el zapping cuando la pelea deja lugar al baile
- Y, ¿cuándo llega en su teoría el tiempo de la reconciliación?
- Reconciliarse es cambiar de posición, acercarse al otro a partir de renunciar a mi idea. Puede pasar. Aceptar el error no es moralmente condenable. Pero sí lo es establecer la reconciliación como bien supremo: eso se llama transar y es lo que suelen hacer los políticos cuando tienen miedo a la derrota.
- Pero, mire que les pegaron a los Kirchner con esta historia de la crispación.
- Curioso destino el de esta gente, condenada a sufrir por lo que mejor hace. Pero tampoco es mérito exclusivo y personal de ellos: el peronismo los acostumbró a esa gimnasia permanente de la crispación.
- Pocas cosas al mismo tiempo tan contenedoras e incómodas como el peronismo, decía un amigo mío.
- ¿Sabe lo que decía Tolstoi del peronismo?
- ¿Tolstoi? Vamos, Ferretti...
- OK, rectifico: lo que habría dicho Tolstoi
- Lo escucho
- Todos los gorilas se parecen entre sí; todos los peronistas lo son cada uno a su manera.
La nota se llama Elogio de la Crispación
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