12/7/11

Porteños


No tengo que explicar que no me gusta nada que haya ganado Macri en Buenos Aires. Tampoco los motivos de esto. Ni siquiera que hubiese preferido que gane Filmus.

Sí me gustaría encontrar una explicación a los argumentos al borde del gorilismo de los compañeros que se la agarran con los votantes, que aparentemente no eligieron “lo correcto”.

Mucho nos ofendemos, por ejemplo, cuando se dice que “la gente es bruta y por eso vota al peronismo”, o que “al peronismo le conviene que haya pobres porque los votan”, o que “estos negros votan por un plan”.

También nos hemos enojado con el “síndrome de Estocolmo” que diagnosticó Binner sobre los santafesinos que votaron a Reutemann, o más recientemente cuando Pino Solanas habló de la baja calidad del voto de los salteños.


Entiendo la bronca por perder una elección con un tipo que representa lo que Macri, pero eso no justifica que uno deje de ser el que es, ni antes ni después de las elecciones.

Es como si para ganar la elección de la ciudad incendiáramos la Villa 31 porque eso es lo que supuestamente quiere el porteño medio, y para darle el gusto y ganar su adhesión hiciésemos algo que nunca haríamos, o condenaríamos en caso que otro lo haga.

Es preferible perder mil elecciones antes que ser complaciente con ideas que no son las nuestras.


Sugiero entonces, volver a escuchar unas palabras de Alejandro Dolina en la presentación del libro de Aníbal Fernández donde explica mejor que nadie el resultado de una elección. (Recorté sólo la parte que me interesa, y el que quiera ver el video completo haga un clic acá)

1 comentario:

Gonzalo Pereyra dijo...

Yo estoy enojado, condenenme.

Los antipopulares de siempre se olvidaron como golpeaban con la cacerola la puerta de los bancos, por gente piola como Mauri. Se merecen vivir lavando copas en Miami, esclavos de su analfabetismo político y su conciencia sin clase.

El peor analfabeto es el analfabeto político, no oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos.

No sabe que el costo de la vida, el precio del poroto, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas.

El analfabeto político es tan imbécil que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política.

No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.

Bertolt