24/10/10

Estigmatizar

"Especular políticamente con la muerte de Mariano es banalizar su muerte. Querer utilizar la muerte de Mariano ya sea para atacar a un sector político, a un gobierno o forzar negociaciones que nada tienen que ver con la investigación y la aplicación de justicia es una forma ruin de utilizar la sangre derramada en esas calles de Avellaneda. Nada es tan absoluto como la muerte, y nada obliga a dejar de lado los relativismos y las supersticiones políticas que ella impone. Por eso una de las pocas premisas que estableció la democracia argentina en sus primeros años fue que la discusión política tiene el límite de lo absoluto: se aprieta, se amenaza, se trompea, se apalea, se demuele a cadenazos, pero no se mata. Ese es quizás el principal legado que ha dejado el trauma de la última dictadura militar en la sociedad argentina: corrió tanta sangre en la década de 1970 que hace intolerable una muerte política más.

Cualquiera que haya militado quince minutos en cualquier agrupación política sabe que la violencia cotidiana está al alcance de la mano. Lo saben –y de hecho muchas veces practican distintos niveles de presión– los muchachos de Franja Morada, los del PO, el MST, el PC, la Cámpora, la JUP, las organizaciones sindicales, las fuerzas de seguridad, el macrismo. El que dice haber militado y no ha dado ni recibido un buen trompazo alguna vez no ha militado. En marchas, en congresos, en elecciones, son tantas las fricciones que se generan que ya es parte de cierto folklore anecdótico cierta violencia de baja intensidad.

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Resulta interesante pensar cómo la sociedad ha estigmatizado al movimiento obrero organizado como un foco de generación de violencia permanente y, al mismo tiempo, ha sido contemplativa con otros sectores. El matonismo en el sindicalismo quizás sea resabio de una época en que la derecha usaba a las Fuerzas Armadas y la policía para reprimir. Hijas de esas represiones brutales –entre otras causas– son también las organizaciones político-militares de los años setenta. Paralizar un país cortando sus rutas durante 50 días con militantes rentados, con ruralistas armados con escopetas al costado de las rutas, es quizás la mayor muestra de la “impolítica”, de la violencia fáctica que hemos debido soportar los argentinos. Pero eso no es violencia, claro, es respuesta ante la “soberbia gubernamental”.
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